jueves, 18 de diciembre de 2008

caca de langostino

El sol las acongoja todas las tardes. No hay manera de ser plenas en él, en la curva de su decaimiento. No hasta las 5 o 6 de la tarde cuando se hace radical el cambio, la puesta. En el mientras viven entre dos planos y también sobre ellos, vidas comparables a los momentos que un período sonoro delimita. En esa oscilación el mareo es vertiginoso cuando el sol pega fuerte, sea invierno o verano, con o sin calentamiento global.
El deseo de formar parte de un algo las persigue. El deseo de disponer sus vida, en ellas.
Por ahora son sus putas.
“La sensación es completamente carrasposa. Por un lado quiero que escribas por otro me agotás." "No me parece que tengas mucho que decir y que si el silencio es tu mueca tampoco habría jugo." "No sé si te da el pulso o soy yo que ya convalecí.” Plantearle una cosa así era el sincericidio mismo. Pánico. No se animaron jamás a seguir su deseo, era demasiado consciente hacerlo. Ellas sostenían que al deseo no se lo persigue, se lo encarna.
La urgencia del instante donde aparentemente algo novedoso se perfila deleita pues, en unos instantes ha de morir. Quizás por eso perturbe la tarde, el trastorno viene siendo por la permanencia prolongada. Y no es esto una apología de la inestabilidad. Jamás. Esas tensiones de opuestos ya son sosas, ya son duraderas…Su historia también agota.
Algo así como la intolerancia.
Lo más absurdo es que en una plenitud diferente pero igual de viva -la del aburrimiento- se metían en páginas de internet según un escueto azar: cualquier link viejo. Del agujero para las direcciones web que tiene el explorer sale el futuro inmediato, van directo a “looks just like the sun”, bss. Sube Claudia, les interrumpe ésta idea.
¿Será que en el horario de la tarde se esconde uno de esos secretos sacros? No saben, la abulia lleva a más facturas. Mientras putean porque las comen.
No piensan con claridad. Se apresuran a capturar algo de lo que atraviea sus frentes porque oyen el motor del auto; ella, la otra, llegaba. Eso era perder cierta intimidad.
Ahora escuchaban desde afuera que las llamaban a medio sonar…quizás no era a ellas.
Una optaba por abstraerse y, el cansancio por las iteraciones precipitaba a la otra en la atracción que el tercer ojo ejercía para sí mismo. Una había dicho que tenía que pensar menos…o diferente…Lindas palabras pensaba la otra, ¿me explicas cómo?, seguía preguntándole. El registro de sus cuerpos era infernal. Inmenso y entonces, infernal. La intoxicación por distintas vías se sentía en pesadas ojeras. La mitad de sus articulaciones por demás recalcitradas no se movían. No había voluntad, el sol estallaba, y la excusa era un trabajo que no les dejaba nada.
Fácil. Esperable. Más de lo mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

no es obligado, asi todo...